Pensamiento y praxis para construir el socialismo en América Latina

lunes, 13 de octubre de 2008

Gramsci en América Latina. Del silencio al olvido

A.A.V.V.:Gramsci en América Latina. Del silencio al olvido. Caracas, Fondo Editorial Trópykos, 1991.

Fue en el marco del XV Congreso Mundial de la Asociación Internacional de Ciencia Política, llevado a cabo en Buenos Aires en julio de 1991, que la colección de ensayos Gramsci en América Latina llegó a mis manos. Señalo este hecho simbólico sólo para rescatar uno de los valores desapercibidos de este tipo de encuentros multitudinarios.

La colección de ensayos recopilados en este volumen está basada en el encuentro entre académicos de la Universidad de Nápoles y de la Universidad Central de Venezuela que se llevó a cabo en 1989. Los ensayos enfocan el pensamiento Gramsciano en sus diversas dimensiones, examinando la actualidad de las categorías y el análisis del pensamiento del pensador italiano, así como, en dos de ellos, en forma específica, la aplicabilidad de éste al análisis de la realidad latinoamericana.

La presentación de Federico Alvarez, que destaca la mala fortuna del pensamiento Gramsciano en América Latina, pese a la accesibilidad que la traducción al castellano de los Cuadernos de la Cárcel y otras obras de Gramsci debería otorgar a la intelectualidad del continente, señala también los abusos y errores - como, por ejemplo, en el caso de la relación intelectual Gramsci-Mariátegui - cometidos por Aricó y Portantiero.

El serio intento de Hugo Calello de aplicar las categorías Gramscianas al análisis de la realidad latinoamericana, en su ensayo "Gramsci: Ética y Populismo en América Latina", nos lleva directamente al problema del rol de los intelectuales y la naturaleza del populismo en esta parte del mundo. Calello critica duramente a los intelectuales latinoamericanos - faltos de subjetividad crítica Gramsciana (o sea, básicamente, de la imposibilidad de analizar la realidad superando los términos prescriptos por la hegemonía cultural dominante) y por lo tanto incapaces de "pensar al pueblo" o pensar en forma orgánica con respecto a la sociedad de la cual son parte - dividiéndolos en dos categorías presentes: "narradores" de lo dicho y pensado por los grandes filósofos universales o aquéllos que se ponen al servicio del régimen existente. Según Calello, "toda filosofía que no propone la obediencia a la explicación dada (racional o religiosa), será subversiva, todo filósofo que discuta el problema de la libertad como enunciado será silenciado, todo filósofo que proponga la filosofía como respuesta de libertad a realizar será aniquilado".

Este dilema presentado a los intelectuales por los regímenes autoritarios, o formalmente democráticos pero aún elitistas y coercivos con respecto a la gran masa popular, plantean al intelectual la trágica elección entre la asociación con la élite o la eliminación a través de la represión o el exilio. Para Calello, este cuadro, en el cual una clase política de pudientes instrumentaliza la democracia formal a su favor, conduce al Populismo en el momento en que la masa popular se torna incontenible y "rebasa la posibilidad de represión". El caudillo histórico latinoamericano renace, entonces, en la forma del líder populista, "el hombre-masa que se ofrece el poder a sí mismo" y que en medio de una situación aparentemente sin salida recurre a la violencia como instrumento de dominio. En medio de este populismo autoritario, el lazo entre la élite y el pueblo, en esta situación, es el miedo. Miedo que el ciudadano siente hacia el estado opresor que lo reprime a través del terror. Miedo de la élite hacia el pueblo que trata de liberarse - y algunos de sus miembros más articulados - también a través del terror.

Hugo Calello termina proponiendo la reconstrucción de la subjetividad crítica en términos éticos para que el hombre deje de ser un actor pasivo y se torne participante. Esto portaría a la deslegitimación del Estado democrático - participatorio - de derecho real. Entonces, para Calello, se desatarla el nudo que hoy liga en América Latina a los populismos políticos autoritarios - aunque formalmente democráticos - con la ideología socio-económica neo-liberal.

La lectura de la desafiante aplicación de los términos Gramscianos a la realidad latinoamericana, en el ensayo de Hugo Calello, lleva a la reflexión sobre esa mayoría de hombres-masa peruanos que apoyan el autogolpe de Fujimori en abril de 1992. La aplicación que Calello hace de Gramsci explica en términos generales la aprobación con que cuenta un populismo autoritario, cuyo brazo ejecutor son las fuerzas armadas, cuando enarbola la ideología neo-liberal, perpetradora de la brecha social creciente, a mediados de 1992 en Perú. Esta situación histórica que se ha repetido en muchas oportunidades en América Latina - Pinochet en Chile en 1973, Videla en Argentina en 1976, Castello Branco en Brasil en 1964 - es, quizás, la mejor prueba de la falta de subjetividad crítica que impulsa a grandes grupos de población a apoyar la "solución mágica" del autoritarismo descarnado cuando la solución mágica anterior, generalmente populista, ha agotado sus recursos.

En el ensayo de Eduardo Quintana B., "Gramsci, el Estado y la democracia en Venezuela", el autor intenta explicar la realidad de ese país usando los conceptos básicos del análisis Gramsciano: bloque histórico, sociedad civil y hegemonía. Quintana plantea la incapacidad que muestra la sociedad civil en reabsorber a la sociedad política en su seno. La sociedad política ligada al Estado expresa una ideología de dominio que necesariamente, al no reflejar el devenir y los problemas de una sociedad civil débil y poco estructurada, se maneja a través de la coerción. En el caso concreto de Venezuela, Quintana señala el paso histórico del Antiguo Régimen a un Estado Bonapartista en el cual las élites ilustradas se colocan a la vanguardia de las reivindicaciones populares. La inorgánica relación entre estas élites y la masa popular es posible debido a la existencia de lo que el autor califica como "economía de ficción velada" basada en el alto ingreso petrolero. Es así que la sociedad política y la sociedad civil débil, entrecruzadas, constituyen un Estado benefactor que poco tiene que ver con la realidad orgánica del país. Esto significaría que, en Venezuela, el concepto Gramsciano de bloque histórico resultaría inaplicable.

Para Quintana, el modelo Gramsciano no es actualmente válido en Venezuela debido a que es un modelo moderno, mientras que Venezuela aún no es una sociedad moderna, ni en su estructura económica - subdesarrollo monoproductor - ni en su estructura social - sociedad civil de élite encarnada en Acción Democrática. El uso de los conceptos Gramscianos para subrayar los problemas del subdesarrollo es legítimo, pero para ser más real tendría que tener en cuenta otro aspecto no mencionado en esta obra: el problema del colonialismo interno.

A través de este tipo de categorías, Gramsci intentó explicar el problema del mezzogiorno italiano, señalando diferentes grados de subjetividad crítica y posibilidades de constitución de una sociedad civil funcionante, en la cual la competencia hegemónica se diera también en términos éticos que, pese a la distancia contextual - geográfica, histórica, demográfica y económica -, podría servir de guía para el caso venezolano también. Indudablemente, en Venezuela y en otros países de América Latina, la modernización asimétrica y parcial ha creado situaciones de colonialismo interno que también podrían ser analizadas a través del prisma con que Gramsci observó el problema del mezzogiorno italiano.

También interesante y polémico es el ensayo de Carlos Kohn sobre "Usos y abusos del concepto Gramsciano de Hegemonía", en el cual el autor propone como conclusión el análisis del populismo venezolano y latinoamericano como proyecto de dominación hegemónica en clave del bloque histórico que lo comprende, como marco conceptual. Sostiene Kohn que, en América Latina, la ausencia de una "Sociedad Civil" ha dado pie a la construcción de un poder hegemónico "sumamente fluido en cuanto a la capacidad articuladora de las endebles instituciones que lo sustentan, pero muy efectivo en cuanto a la capacidad de manipular a la idiosincrasia popular". Hay que observar que, si bien la manipulación idiosincrática pareciera obvia - véase la anterior afirmación sobre el autogolpe de Fujimori -, a largo plazo las instituciones que sustentan el poder hegemónico de las clases políticas en América Latina no parecieran ser tan endebles.

Pese a la inestabilidad económica, miseria popular, olas de protesta y manifestaciones de descontento de todo tipo, ejecutivos, parlamentos, ejércitos, policías, sistemas legales y tribunales, corporaciones económicas tradicionales, prensas establecidas y todas las "endebles instituciones" siguen funcionando y ayudando a perpetrar el poder hegemónico. Por otro lado, en las transiciones a la democracia, sociedades civiles latinoamericanas parecen ir tomando cuerpo y peso hasta llegar a amenazar a instituciones de dominio tradicional, como lo señala Calello, en el caso del juicio a los militares en Argentina. Es verdad que gran parte de la modernización en América Latina vino "desde arriba" en sus primeras etapas, pero, ?no sucedió algo similar con el Risorgimento italiano, según el análisis de Gramsci? Es indudable, sin embargo, que Kohn tiene razón al señalar la posible utilidad del concepto Gramsciano de la hegemonía y de la metacategoría "bloque histórico" para la mejor comprensión de la realidad latinoamericana.

Desde el punto de vista de la teoría política, es interesante señalar el ensayo de Omar Astorga, "Gramsci y el problema de la democracia", que acentúa la dicotomía entre democracia real y democracia formal. Tras la ubicación del pensamiento de Gramsci en su contexto histórico correcto, Astorga procede a plantear la idea Gramsciana de los mecanismos que eliminarían la diferencia entre gobernantes y gobernados, transformando a la democracia de formal en orgánica. Indudablemente, este punto, aunque Astorga no lo desarrolla en esta dirección, es de fundamental importancia para la América Latina de hoy, donde las transiciones a la democracia han recreado regímenes democráticos formales que, a través de políticas económicas neo-liberales, contribuyen a fortalecer la falta de organicidad económica en las diversas sociedades del continente. La democracia formal, de no ser acompañada por una tendencia al cierre de la brecha socio-económica, no abrirá lugar a la existencia de una sociedad civil amplia y fuerte que participe en ella y le sirva de base para sobreponerse a sus enemigos. Esta afirmación es, quizás, el extracto que América Latina debería leer en Gramsci sobre su propio futuro.

Los ensayos de Susana Neuhaus, "Freud y Gramsci: psicoanálisis y filosofía de la praxis"; José Herrera, "Dialéctica e historicismo en Gramsci"; Cesia Ziona Hirshbein, "La necesidad del arte en Gramsci (sociología de la literatura)" y Vincenzo Piero Lo Monaco, "La interpretación gramsciana de la ciencia" son muy interesantes y vienen a completar el cuadro de los puntos de mayor influencia general del pensamiento de Antonio Gramsci, pero van más allá de la capacidad de este lector, demasiado político en sus gustos.

Este volumen constituye no sólo una equilibrada combinación de doctos ensayos sobre las vetas del pensamiento Gramsciano, sino también un original intento de releer la realidad de América Latina a través del prisma de uno de los principales pensadores neo-marxistas. Entre los neo-marxistas europeos es Gramsci quien, por su originalidad así como por el contexto en el cual se desarrolla su pensamiento y la temática que trata, proporciona hoy elementos de análisis aplicables a América Latina, tal como Alvarez, Calello, Kohn, Astorga, Quintana y sus colegas lo demuestran en sus ensayos. No queda más que recomendar la lectura de Gramsci en América Latina. Del silencio al olvido.

Mario Sznajder Universidad Hebrea de Jerusalén

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