Pensamiento y praxis para construir el socialismo en América Latina

lunes, 14 de abril de 2008

DEMOCRACIA DE BASES

“DEMOCRACIA DE BASES”.
Mauricio Torme.
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Jornadas de Filosofía y Ciencia política en la Universidad de Mar del Plata, 2007.


mauris_t@yahoo.com.ar

“DEMOCRACIA DE BASES”.

La experiencia de los Trabajadores del Subte.

“La Historia moderna, europea y americana, se halla centrada en torno al esfuerzo que tiende a romper las cadenas económicas, políticas y espirituales que aprisionan a los hombres. Las luchas por la libertad fueron sostenidas por los oprimidos, por aquellos que buscaban nuevas libertades en oposición con los que tenían privilegios que defender.”. Erich Fromm "El Miedo a la Libertad".

El presente trabajo se concibe en el marco de la investigación realizada durante el curso del Seminario de Investigación “Gramsci: Discurso Hegemónico y Reconstrucción de la Sociedad Civil en América Latina” a cargo de los profesores Hugo Calello y Susana Neuhaus en la Carrera de Sociología en la UBA. La producción fue compartida con los compañeros Lucas Correa, Santiago Villar, Ignacio Purvis y Natalia Silva.

La cuestión a investigar era la posibilidad de trascender de la lucha económico-corporativa al plano de la lucha política en el conflicto desarrollado por los trabajadores del subte de la línea B en el año 2005, como una de las experiencias recientes más fecundas del movimiento obrero argentino. El desafío era observar y analizar si en las luchas más avanzadas de este movimiento se manifestaban elementos que nos permitieran visualizar el planteo inicial, especialmente en lo que se refiere a los cambios en la subjetividad que se producen a partir del mismo. Nuestra hipótesis era: la experiencia política y militante que algunos trabajadores del subte poseían previamente al inicio del proceso de lucha, favorece la participación de partidos políticos y organizaciones sociales en la misma. Esto, a su vez, contribuye a la transformación de la subjetividad de los trabajadores, impulsando la lucha de un plano meramente económico hacia un plano político.



Siguiendo con lo expresado, es de mi marcado interés intentar tomar los aspectos significativos de la mencionada investigación a fin de re-capitular las prácticas y discursos, que en la experiencia de los trabajadores del Subte, desde mi perspectiva, tenderían a romper, confrontar y potencialmente superar las prácticas y la ideología de la Hegemonía capitalista.

Como puntapié inicial y sin desconocer su tono polémico, intentaré poner a rodar apreciaciones, vertidas por la reconocida socióloga Maristella Svampa en entrevistas realizadas por diarios de tirada nacional como lo son La Nación y Pagina/12[1], todo ello con el fin de contextualizar y dar sentido a las ideas que intento esbozar; para de esta manera aportar más información al lector a modo de que pueda comprender, las diferentes tácticas y estrategias que algunos sectores de trabajadores en el marco de sus luchas vienen gestando desde la década del 90 hasta la actualidad en nuestra sociedad.

Entres otras afirmaciones, la socióloga Svampa, considera que con la implantación de una política de corte neoliberal, los sectores perjudicados exhiben como respuesta la búsqueda de repertorios no tradicionales de acción colectiva. La socióloga entiende que los estallidos sociales provinciales y las constantes revueltas de los sindicatos estatales ilustran esta fase. Asimismo, considera que en el año 1996 se registra una inflexión de talla, a partir de la emergencia de un nuevo actor, los desocupados, quienes pese a las dificultades, irían ganando en términos de capacidad de acción y de visibilidad política. Siguiendo esta línea, en diciembre de 2001 manifiesta: "tanto la expresión de un proceso de acumulación de luchas en contra de un modelo excluyente, como la emergencia de algo nuevo, marcado por la vuelta de la política a las calles, por la generalización espontánea de otras formas de hacer política, de carácter basista y asambleario”.


Mucho se ha escrito dando molde y sentido a la crisis de diciembre de 2001, más precisamente acerca del surgimiento y aparición de nuevas formas de lucha, sujetos y articulaciones sociales, distintos intelectuales han hablado de lo novedoso de dicha crisis, como por otro lado se ha analizado la situación como prólogo de revolución. Pero, a pesar de todo ello, desde mi perspectiva, todo “fenómeno social” no surge espontáneamente de lo caótico, no acaece, ni es producto del azar como interpretarían los filósofos nihilistas, sino que tiene su historicidad, sus antecedentes y sus contextos que, en éste caso, favorecen la proyección de la lucha popular. Sin duda alguna, la poderosa contradicción que se produjo en 2001 logró intensificar y acelerar procesos que venían reverdeciendo desde un largo tiempo antes. Se trata de “procesos subterráneos” que en un momento determinado y a partir de la concatenación de una serie de elementos; provocaron formas críticas de expresión social y política al modo de producción capitalista.

Entre los movimientos sociales que rescatamos para su demarcación se encuentran las experiencias de luchas llevadas a cabo por los trabajadores de los ferrocarriles ex Mitre, ex Sarmiento, con sus cuerpos de delegados recuperados de la burocracia de la Unión ferroviaria dirigida por Pedraza, los trabajadores del Hospital Francés en su búsqueda de “estatización”, los petroleros y su lucha salarial en la Patagonia, los trabajadores del subterráneos de Buenos Aires, con sus cuerpos de delegados recuperados de la burocracia de la UTA (en adelante, Unión Tranviarios Automotor), la valiente confrontación de los trabajadores docentes en los diversos niveles educativos y en las distintas provincias argentinas, entre otros.

La omisión o desinterés de los citados procesos de lucha por parte de algunos intelectuales de “izquierda independiente", origina tinieblas y, su consiguiente, fragmentación en el movimiento popular que sol a sol persigue la necesidad de “unidad, claridad, lucidez y atención para así poder potenciar los espacios de resistencia y liberación”, los nuevos tejidos solidarios de resistencia social son un germen, que serán aislados o exterminados si no se desarrollan como nuevos sujetos políticos que se expandan en toda la Sociedad Civil, para golpear realmente en los núcleos fundamentales de la hegemonía y desconstruir, para toda la sociedad, el poder encubridor de su discurso político[2].

Llegados a este punto, debemos recordar la importancia de espacios y movimientos de resistencia con potencialidad emancipatoria que también han recuperado la memoria histórica de las luchas populares, pero quizás han tenido mayor reconocimiento académico-político por ser “fenómenos sociales nuevos”, me refiero a la reapropiación territorial suburbana, llamada así por la autoafirmación de nuevas formas de relaciones sociales desde la horizontalidad y la voluntad colectiva. Por otro lado, los movimientos piqueteros reconstruyendo el vínculo social y tratando de proyectar su lucha en el campo político así como también algunas fábricas ocupadas en la búsqueda de trabajo genuino y desalienado[3].

A partir de diciembre de 2001, en Argentina, se produjo la explosiva ruptura de una larga historia, el discurso hegemónico sostenedor de las clases dirigentes se fracturó de manera decisiva al entrar en contradicción con la realidad económica y social de vastos sectores de la sociedad. Las clases subalternas una vez más pusieron en cuestión la dirección ideológica y cultural de la clase que dirige la sociedad, en ese sentido se reapropiaron del espacio público, las plazas, las esquinas, las calles y la histórica plaza de mayo fueron inundadas de una voluntad colectiva sedienta de participación y cambio social. Conmocionando la sociedad urbana y denunciando, al mismo tiempo, la irrepresentaividad de la Sociedad Política[4]. Fue el momento en que se conjugo “Eros y Logos”, la pasión fue conducida por una razón crítica que no dudo en recuperar la memoria histórica de las luchas populares como la Patagonia Rebelde, la Huelga del año 36, el Cordobazo, el Rosariazo, el Cutralcazo, y en nuestro caso, la luchas de la Coordinadora Interlíneas del Subterráneos en toda la década del 70, y de esa manera tener plena conciencia de quienes habían sido y eran los “enemigos”: gobiernos antipopulares, bancos y empresas dispuestos a maximizar sus ganancias a cualquier costo. Era el corrimiento del velo de una manera de vivir, la indiferencia del dolor y la injusticia. La miseria, el hambre, la desocupación y el corralito hacían estallar por los aires el modelo de genocidio social y rentabilidad capitalista diseñado a mediados de los 60 por Krieger Vassena-Onganía, instalado por Martínez de Hoz-Junta Militar- en los 70, aplicado al extremo por Cavallo-Menem- en los 90 y continuado por Machinea y Cavallo –De la Rúa en el 2000.

La idea fundamental de los organismos internacionales al momento de diseñar esta nueva configuración de sentido era la generación de un consenso rutinario, que a fines de la década del 80´ fue denominado “Consenso de Washington”, sobre las bondades de la nueva etapa histórica por la que debería transitar la humanidad, que sin “socialismo real” a la vista, el camino hacia el “primer mundo” era una cuestión de tiempo, y por supuesto, fundamentalmente, una cuestión de aplicación de nuevas políticas. Los faros internacionales que alumbraron estos proyectos políticos nacionales estuvieron guiados por el tándem Reagan y Thatcher, quienes hicieron de la Restauración Conservadora “un modelo a seguir”.

Fue entonces, durante la década del 90, cuando un sector importante de la sociedad argentina creyó vivir de manera plena las virtudes de la nueva fase capitalista, las privatizaciones, la apertura económica, la paridad cambiaria, el endeudamiento externo e interno, entre otras, eran políticas que se nos ofrecían a través del discurso hegemónico como beneficiosas para toda la comunidad, cuando en realidad, como siempre, los únicos beneficiados eran unos pocos entre millones. La posibilidad concreta que tenían los sectores sociales de adquirir electrodomésticos, auto último modelo, tener acceso físico a grandes centros comerciales sin, en ocasión, la posibilidad de consumir lo ofrecido, alimentaban la ficción menemista.

En suma, entre otras, lo que quedó al final del decenio menemista fue una burbuja financiera en trance de explosión con millones de personas empobrecidas y marginadas, la mentira comenzaba a derrumbarse como un castillo de arena tras una leve brisa que anunciaba un cambio en el clima social. El gobierno siguiente de Fernando De La Rúa debía encauzar las energías del país por un sendero de fuerte y rápida expansión económica con soluciones a los marcados problemas sociales. Pero, indubitablemente, la obstinada obsecuencia hacia el modelo económico imperante y a los grupos económicos más poderosos, hicieron de las arcas del Estado lo que a una presa muy fácil de capturar. Gran parte de la sociedad vivió con una mezcla de asombro e indignación de que manera los recursos financieros seguían las rutas y los destinos fijados por el nuevo gobierno peronista, claro está que esta vez con un estilo más refinado que la pizza y él champagne.

La captación atemorizada, de un futuro cercano orientado por una tendencia socialista hizo que la Sociedad Política del momento cerrara filas hacia la estabilización del orden social. En ese sentido se trató rápidamente de cubrir el látigo, devenido en balas el “19 y 20 de diciembre”, con la generación de un nuevo consenso social y político “gatopardista”, que le permitiera hacer del maquillaje el ocultamiento de sus escasas intenciones de un “cambio social” al nuevo gobierno elegido por el pueblo. La máscara empezó a delinearse a partir de la configuración de un discurso dirigido al campo político progresista, sostenido por prácticas fetichizadas como populares que le daban el carácter de verdad total.

En ese sentido el actual gobierno comenzó, y continúa, su gestión con una marcada retórica progresista que se identifica con los intereses de las mayorías sociales. Pero, paradojalmente, en la realidad concreta lleva adelante acciones, ocultas y manifiestas, cuyos efectos contradicen su retórica. De éste modo la perversa esquizofrenia del gobierno nos vendió y nos sigue vendiendo, como de autonomía popular una política de entrega como lo configuró el pago en efectivo de parte de la deuda externa al F.M.I., al cual a su vez, acusó de ser uno de los responsable de la crisis de 2001. En este sentido, su política de derechos humanos ha sido un mar de palabras con endebles realidades. Si bien es cierto que descolgó, con los ojos ciegos bien abiertos, los cuadros del genocida Videla e inauguró un museo en la ESMA, en simultáneo, como una suerte de mundos paralelos, reprimió de manera concreta con la Gendarmería Nacional a los trabajadores petroleros en la ciudad de Las Heras, también a través de “grupos para-policiales”, vinculados al Jefe de Gabinete Fernández, para desarticular el proceso de lucha desarrollado por sus trabajadores en el Hospital Francés, y más recientemente la militarización de las escuelas en la provincia de Santa Cruz como una clara muestra del gobierno nacional de intentar por todos los medios la cancelación de los reclamos salariales por parte de los docentes, recordemos que un docente en esa provincia cobraba como salario básico, 161 pesos.

El 20 de septiembre de 2006, ante el Asamblea General de las Naciones Unidas, el otro yo del Presidente Kirchner se vanagloriaba al enunciarle a la comunidad internacional que: "En materia de Derechos Humanos, luego de más de 2 décadas de vigencia de la Democracia, en la Argentina vivimos desde 2003 un verdadero cambio de paradigma, respondiendo a los mandatos de la sociedad en su conjunto. Los 3 Poderes del Estado han adoptado, en sus respectivos ámbitos, decisiones coincidentes que van en contra de la impunidad, preservando la memoria, la verdad, la justicia y procurando la reparación. La anulación por el Congreso de las leyes que consagraban impunidad, los crímenes del Terrorismo de Estado, la declaración de su inconstitucionalidad y la de los indultos por los Tribunales de nuestro país y la reapertura de más de mil causas judiciales por crímenes de lesa humanidad, algunas de las cuales han concluido condenando a los responsables, son hitos de este cambio"[5].



El doble discurso de los derechos humanos se hace más visible cuando el Partido de Gobierno teniendo mayoría en ambas cámaras legislativas, gobiernos provinciales que responden verticalmente a sus requerimientos y con el apoyo de una parte considerable de la población, hace que la impunidad siga dominando la escena nacional, en ese camino es que encontramos por ejemplo, hasta abril de 2007, la vigencia de los indultos a los genocidas otorgados por el gobierno de Menem y el poder intacto de las fuerzas represivas, alojando en su seno agentes jerárquicos provenientes de la dictadura, la Bonaerense posee 9000.

En sintonía, los sectores económicos y eclesiásticos vinculados con las fuerzas represivas siguen operando contra la Memoria, la Verdad y la Justicia, como bien lo demostró el acto realizado en la plaza San Martín por la “Memoria completa” en mayo de 2006, pero lo siguen haciendo con un poder y recursos que interroga cuán profundo y qué cambios han realizado las políticas de democratización implementadas desde el advenimiento de la misma. En este sentido la desaparición de Jorge J. López, testigo clave en el juicio contra el genocida comisario Etchecolatz, no es un hecho casual sino que muestra la continuidad dentro del régimen democrático de prácticas políticas características de la dictadura militar. Y vale decir que lo tristemente sucedido con el compañero López tuvo su antecedente en lo sucedido con el estudiante de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata Miguel Bru, quien fuera asesinado en la comisaría Novena de La Plata el 17 en Agosto de 1993 por el accionar de policías bonaerenses, caso en el cual se logró un fallo condenatorio por parte de la Cámara Penal platense, sentenciando a policías bonaerenses por homicidio sin contar con la prueba de excelencia, el cadáver de la víctima, lo cual se puede considerar un hecho histórico.

Los sucesos mencionados precedentemente no son los únicos que denotan la brecha entre discurso y realidad, sino que también en cuanto a la “política de avanzada” sobre derechos humanos que sostiene la actual gestión presidencial es refutada por el informe de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), quien sin poseer demasiados recursos para socializar la información, denuncia en su informe de situación 2003/2006 que "desde el 25 de mayo del año 2003 hasta el 28 de julio del 2006 han sido 505 las personas asesinadas por las Fuerzas de Seguridad. En su mayoría jóvenes pobres, los números en cada uno de los años de esta gestión son: 102 asesinados entre el 25/5/03 y el 31/12/03; 159 asesinados en el año 2004; 175 asesinados en el año 2005; 69 asesinados entre el 01/01/06 y el 28/07/06... Respecto de las modalidades, el 53 % de los hechos registrados entre el 25/05/2003 y fin de julio de 2006 corresponden a fusilamientos por gatillo fácil, y el 45 % a muertes en cárceles y comisarías. De estos últimos, muchos corresponden a casos de tortura seguida de muerte."

Y las cifras escalofriantes siguen. De acuerdo a dicho informe, a lo mencionado anteriormente, hay que añadir las de personas que se encuentran sometidas a proceso penal por razones político-sociales, y así concluye que el año 2004 fue "el año con mayor cantidad de presos políticos desde el gobierno de Alfonsín”.

“La lucha subterránea marcha sobre rieles”.

En referencia al conflicto desarrollado por los trabajadores de subterráneos a principio del año 2005, el mismo se originó en virtud de la recomposición salarial, teniendo toda una historicidad que la orienta dialécticamente hacia nuevas conquistas laborales.



Con la privatización del servicio a fines del año 93´ por concesión a Metrovías S.A., empresa dirigida en un 75% por Benito Roggio e hijos y el 25% restante flotando líquidamente en la Bolsa de Comercio, se hizo cargo del G. S. 3 –Subterráneos, Premetro y la línea Suburbana General Urquiza y su contrato durará hasta el 31 de diciembre de 2017. Por esas bondades del proceso privatizador, la empresa tiene la facultad de prorrogar la concesión por períodos de 10 años, y como para que sea un poco más rentable, incluye la explotación comercial de espacios y publicidad en las estaciones, coches e inmuebles.

A partir de este estado de situación lo que empezó a reinar a nivel de la conciencia de los trabajadores fue una serie de mecanismos de domesticación discursiva de ciertas significaciones sociales a través de creencias que impuso el modelo de aculturación menemista, entre ellos, el “miedo a ser despedido” o el “gracias que tengo trabajo” (porque hay un inmenso ejercito de trabajadores sin ocupación dispuesto a trabajar por el doble de horas y la mitad del salario) o “voy a terminar siendo el gerente de la empresa”, creencias que frenaban la posibilidad de “unión” de los trabajadores para luchar por sus derechos, la conciencia colectiva estaba dominada por la ideología hegemónica.

Este pensamiento y sentimiento no carecía de sustento concreto, es que con la privatización del servicio la empresa produjo una fuerte reducción en su planta laboral, pasando de 5000 trabajadores a menos de 2000, se sumaron dos horas de trabajo al conjunto de los trabajadores, y además se precarizaron y tercerizaron otras tareas[6].

En este marco aquellos que pretendían organizarse debían reunirse fuera del lugar de trabajo, clandestinamente, paradojal comportamiento en un “Estado de Derecho”, esto a su vez dificultaba la comunicación y, por ende, la respuesta política entre los mismos trabajadores y entre las distintas líneas subterráneas. Lentamente se armaron agrupaciones en varias líneas, con fuerte sentido político, teniendo como tareas iniciales y fundamentales, la de vincular a los trabajadores y hacer circular la información, tareas con relativa dificultad dada las características particulares de la actividad subterránea diseminada en numerosas estaciones, talleres y el Premetro.

Cabe destacar una cita tomada al Delegado Pianelli.: “Había dos organizaciones clandestinas de hecho, eran agrupaciones que habíamos surgidos clandestinamente; una llamada “El Túnel”, y otra “Trabajadores de Metrovías”; una abocada principalmente a las boleterías y la otra a los talleres. Nos conocíamos poco y decíamos lo mismo”[7].

El 19 de febrero de 1997 por la mañana se podía sentir el malestar y la bronca en la Línea E, es que habían echado a Marcelo Contreras, un conductor que chocó un tren mientras hacia una maniobra, tarea que no le correspondía pero que un jefe le había pedido “de onda”. Un favor que esta vez terminaba en accidente y despido. El rumor de que los delegados del sector querían parar corría por el túnel rápidamente.

El malestar entre los trabajadores se comenzaba a sentir y, en efecto, los hechos se fueron dando progresivamente pero no casualmente. La piedra de base fue la privatización del servicio, los despidos de guardas y señaleros sin causa, sumado a los emblemáticos casos de Carvallo, López y Sandoval que los echaron por tener “el corazón y el riñón grande”. Los manoseos, arbitrariedades y situaciones similares era moneda corriente, lo cual fue generando un contexto propicio para que emergiera una crítica conciencia colectiva que pudiera decirle basta a la patronal. Anteriormente había habido paros en la línea B y en otras, pero de forma aislada y por pocas horas. Acerca de ello los trabajadores cuentan que “siempre que estaban todos decididos en hacer un paro aparecía la UTA y decía que tenía una reunión al día siguiente para tratar el tema”.

Finalmente cuando surge el despido de Marcelo Contreras todos estaban cansados con lo del viejo truco, a esa altura estaba gastado por demás. Virginia Bouvet, delegada de la actividad subterránea, que vivió el paro, lo narra con extraordinaria luminosidad: “En el relato puede parecer que hacer la huelga de la estación Varela es fácil, pero no. Las medidas de fuerza en el lugar de trabajo son excepcionales y el paro, en particular, es algo muy serio.

Difícil... como soportar 3 años de empresa privada con esencia esclavista, de los señores cómplices del gremio, de las malas condiciones de trabajo.

Lento... como los 1146 días de trabajo en ese régimen carcelario, como la incipiente organización por abajo que provoca, sobre todo, en el sector mas explotado, entre los boleteros nuevos.

Necesario... como un grupo que toma la decisión de transformar la realidad el día que hay bronca y unos pocos compañeros se animan a hacer foco con el paro de Varela”[8].

Con este telón de fondo se organizó la primer respuesta conjunta hacia la patronal parando las cinco líneas, la acción directa fue impuesta no sólo a la empresa sino también al cuerpo de delegados que en ese momento eran seguidores de la UTA dirigida por Juan Manuel Palacios. Como era de suponer tamaña irreverencia no fue tolerada por el que detenta el poder en esta sociedad, en ese sentido redobló la apuesta cesanteando a 200 trabajadores. Pero a pesar de tan contundente demostración de fuerza, los trabajadores unidos, resistieron el embate adoctrinador manteniendo el paro y obligando de esa manera a la patronal a reincorporar los trabajadores cesanteados y a los despedidos.

Este suceso fue un punto de inflexión; se había configurado una nueva relación de fuerza, por lo que la empresa, tuvo que abandonar su práctica aleccionadora de “despido para infundir miedo” con su consecuente aislamiento y fragmentación de la clase trabajadora.

Una cuestión fundamental en esta nueva correlación de fuerzas, fue la generación de un cuerpo de delegados antiburocrático el cual se fue legitimando a partir de la representación genuina de los intereses de los trabajadores, en una clara oposición a la complicidad -tácita o manifiesta- que ha tenido la burocracia sindical (UTA) en el proceso de precarización del trabajo y en la pérdida de los derechos laborales adquiridos.

El vínculo social se fue fortaleciendo, observamos que en el año 96 había sólo tres delegados dispuestos a impulsar reclamos, en el 98, luego de frenar los despidos eran cinco, pero con el proceso de maduración política por la experiencia de lucha transitada en el año 2000, los delegados antiburocráticos ya eran mayoría.



En este cuerpo de delegados, la toma de decisiones por medio de asambleas como asimismo las conquistas logradas anteriormente configuran en él un “ethos legitimante” día a día, lucha a lucha más representativo, más consistente, por lo tanto, al momento de negociar con la patronal o con el gobierno, se va consolidando un nuevo poder de base que confronta con la pareja patriarcal conformada por el capitalista y la UTA.

Recuperar la organización sindical les permitió a los trabajadores una serie de triunfos que consolidan y potencian la lucha hacia la conquista de mejores condiciones de trabajo así como a la potencial construcción colectiva de una nueva ética y civilidad: detener los despidos y generar una estabilidad laboral que rige hasta la actualidad, retener el puesto del guarda, la reducción de la jornada laboral a 6 horas al conjunto de los trabajadores por condición de insalubridad y en último término la necesidad de recomponer el salario bajo la premisa de que ningún trabajador puede ganar menos de lo que cuesta una canasta familiar real que está situada alrededor de $1800, después del conflicto de mediados de 2005 los trabajadores conquistaron un salario para el boletero de $1400.

En la actualidad los trabajadores organizados están dando la lucha por imponer varias reivindicaciones, entre ellos, un convenio colectivo elaborado y discutido en asambleas. Este es un hecho significativo que no tiene casi antecedentes en la historia del movimiento obrero porque pone a la ofensiva a un gremio en la pelea por las condiciones de trabajo, de ascenso, delimitando el poder de la clase dirigente para elaborar los esquemas de trabajo, es la contraofensiva al deterioro impuesto a partir de la flexibilización laboral en nuestro país[9]. Este asumirse como sujeto histórico es muy importante porque no sólo tendería a romper y confrontar con el orden social sino a superarlo porque en este caso los trabajadores abandonarían la “heteronomía” capitalista para reivindicar y asumir una autonomía e independencia. La ley no viene de afuera, de un otro sea político o patrón, sino que se elabora en el seno mismo de los trabajadores con la colaboración del Taller de Estudios Laborales. Los temas más relevantes de dicho convenio son 3: Por un lado el escalafón, en el presente hay 14 niveles salariales mecanismo que utiliza la patronal para mantener a los trabajadores totalmente flexibilizados. La propuesta del cuerpo de delegados es reducirlo a 5 los niveles salariales para de esta manera ganar en especialidad y jerarquizar el trabajo. Por otro lado, se esta llevando adelante un debate muy rico sobre el sistema de concurso y ascenso. El sistema actual no tiene una forma clara de ascenso laboral motivo por el cual la empresa lo utiliza como mecanismo de cooptación y disciplinamiento hacia los trabajadores. Y un tercer punto importante es el del 82% móvil, discusión que excede el marco del subte.

Este espacio de lucha resiste, al igual que los muchos que hay en nuestro país y en América Latina, el embate y la contraofensiva de la Sociedad Política que se resiste a ser cuestionada y modificada, y que a través de dos fórmulas fundamentales como la cooptación (re-funcionalización) y la desarticulación (desmoralización y represión policial) intenta disciplinar y desmovilizar a los sujetos colectivos que pretenden establecer la solidaridad como práctica que genera la posibilidad de una nueva ética basada en la solidaridad con el otro. Hay que reconocer, en la contraofensiva frente a los movimientos potencialmente emancipatorios en América Latina, tiene un papel fundamental el proceso de fragmentación y multiplicación de la violencia real[10].

Un claro ejemplo de lo expuesto fue conferencia de prensa organizada por diferentes tendencias políticas de los trabajadores de Subte y organismo de derechos humanos en la cooperativa “Hotel Bauen” con motivo de la represión realizada por la policía federal, la cual se transformó en un acto de solidaridad de distintas organizaciones sociales y políticas con los trabajadores. Esta práctica política, indudablemente, pone de manifiesto como la conciencia de las clases subalternas dominada por el sentido común y ajustada al momento económico-corporativo, en este caso concreto es superado en un momento superior, o sea la revelación de una nueva conciencia social y política.

En 2002 los trabajadores empezaron a reclamar la reducción de la jornada laboral a 6 horas por “condición insalubre” y a modo de ilustración, en el año 2004, un grupo de trabajadores del subte recorrió la cola de feligreses que esperaban en San Cayetano para pedirle trabajo al santo, repartieron 13 mil estampitas que de un lado mostraban la imagen religiosa tradicional y en el otro proponían reducir la jornada laboral a 6 horas. Al entregarlas cara a cara aprovecharon para explicar el reclamo: con la reducción de la jornada se podrían crear dos millones y medio de puestos de trabajo. Ese día tuvieron un éxito inesperado: un niño cantor que daba a conocer las adhesiones desde el escenario leyó la propuesta por los parlantes. Al cardenal Jorge Bergoglio también le dieron una estampita y le pidieron que la leyera, cosa que Bergoglio hizo, pero para sí[11].

En conclusión, de la lectura del trabajo se desprenden, a mi modo de entender, algunos puntos importantes para retomar, esto no quiere decir que el lector no pueda deducir otros y nuevas conclusiones, lo cual una de mis intenciones al momento de pensar y escribir no era provocar un cierre conceptual y dar por terminado el tema de la lucha llevada adelante por el conjunto de los trabajadores y sus representantes legítimos, el cuerpo de delegados del subterráneos de la ciudad de Buenos Aires, sino generar un amplio y profundo debate que aporte ideas y lecturas teórico-políticas que puedan ser retomadas y utilizadas por los propios trabajadores en su lucha.
Por una parte, debo manifestar que la experiencia de los trabajadores del subte recibe toda una historicidad de la lucha de los trabajadores de transportes (ferroviarios, tranviarios y marítimos), quienes poseían una notoria centralidad en el movimiento obrero en las primeras décadas del siglo XX. Su importancia residía en el rol desempeñado por este sector dentro de la economía del país, acentuado en el caso argentino, por su estructura agroexportadora (Bilsky, Edgardo 1988). En este sentido debo tener en cuenta la significativa función que cumplen actualmente en la movilización y circulación de los ciudadanos. Las acciones directas fortalecen su poder negociador con la patronal y el gobierno al dejar desolada la inmensa ciudad y obturar por horas o días la vida productiva. Por otra parte, las luchas desarrolladas con prácticas y discursos potencialmente contra-hegemónicos como lo son, los petroleros en la Patagonia, los docentes en todo el país, pero en especial en las provincias del Norte y del Sur, los trabajadores Ferroviarios del ex Mitre y ex Sarmiento, y en particular la lucha de los trabajadores del subte se tornan significativas en un contexto donde gran parte de las direcciones del movimiento obrero organizado responden obsecuentemente a los intereses del poder político hegemónico y no a las bases trabajadoras.
Desde el año 96´ hasta la actualidad los trabajadores han superado el miedo y la conciencia egoísta instaurada por la dictadura y su cultura neoliberal, conformaron agrupaciones políticas, asambleas y espacios de discusión de base, resistieron los despidos y diversas arbitrariedades, se sobrepusieron al aislamiento y la fragmentación de la cultura encarnada por el menemismo, de esta forma consolidaron un nuevo poder de base que les permitió confrontar a la UTA y la Empresa, e ir mas allá al intentar diseñar su convenio colectivo.
La recuperación de la lucha de los trabajadores del subte como tema de éste trabajo, ha sido de radical importancia porque lo creo una lucha de avanzada dentro de la clase trabajadora organizada, aunque muchos no lo crean un tema de debate u objeto de investigación, quiero sumar esfuerzos para debatirlo y así poder mejorar este incipiente movimiento de resistencia, dar a conocer sus buenos y eficaces resultados para que la construcción de un camino donde la solidaridad con nuestro semejante sea una práctica que genere la posibilidad de una nueva ética y civilidad, sea muy corto.

[1]Maristella Svampa. (2006, Diciembre 20). Hacia un nuevo paradigma de la política. Pagina 12, Especiales

[2]Calello, H., Neuhaus, S., (2006). Hegemonía y Emancipación. Buenos Aires: Herramienta.

[3] Calello, Hugo (2004). Los movimientos de resistencia y emancipación en confrontación con los guerreros religiosos y sus intelectuales orgánicos. En Pablo E. Slavin, 4tas Jornadas Nacionales de Filosofía y Ciencia Política (pp. 67). Mar del Plata: Suárez.

[4] Categoría gramsciana que sintetiza toda la clase política dominante sus aliados y sus aparatos consensuales y represivos. En Calello, Hugo (2004). Los movimientos de resistencia y emancipación en confrontación con Los guerreros religiosos y sus intelectuales orgánicos, En Pablo E. Slavin 4tas Jornadas Nacionales de Filosofía y Ciencia Política (pp.72). Mar del Plata: Suárez.

[5] Discurso de Kirchner en la ONU. (2006, septiembre 20), Página/12: Últimas informaciones, www.pagina/12.com.ar.

[6] Vocos, Federico, (Agosto, 8-10) Enfrentando la ofensiva empresaria: La construcción del anteproyecto de convenio colectivo por los trabajadores del Subte. En 8º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo.



[7] Agencia de comunicación Rodolfo Walsh, (2004, Agosto 8), “Quienes son los que no quieren trabajar y quienes los que no quieren que trabajemos”, Reportaje al Delegado de la Línea E Pianelli, en www.metrodelegados.com.ar

[8]Virginia Bouvet, (2007 Febrero 20), El paro de Varela, en www.metrodelegados.com.ar

[9] Vocos, Federico, (Agosto, 8-10) Enfrentando la ofensiva empresaria: La construcción del anteproyecto de convenio colectivo por los trabajadores del Subte. En 8º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo.

[10] Calello, Hugo (2004). Los movimientos de resistencia y emancipación en confrontación con los guerreros religiosos y sus intelectuales orgánicos. En Pablo E. Slavin, 4tas Jornadas Nacionales de Filosofía y Ciencia Política (pp. 74). Mar del Plata: Suárez.

[11]Laura Vales, (2005 Febrero 14), Lo que se armó fue una cofradía. Pagina 12, El País.

Bilsky, Edgardo: “Esbozo de historia del movimiento obrero argentino: desde sus orígenes hasta el advenimiento del peronismo”, Editorial Biblos, Cuadernos Simón Rodríguez, Buenos Aires, 1988.

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